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FEATURED STORY

UN CORTE DE PELO CON BUEN HUMOR

Es la hora para un corte de pelo.  ¿Pero qué hacemos con ese pelo tan indisciplinado? Quizás lo mejor que se puede hacer es pagar un dinero extra y ponerse en manos de los expertos.
Mi cabello sigue su camino y yo voy al mío.  Es un entendimiento que hemos alcanzado a través del tiempo.  A veces estaba disgustado porque casi siempre mi pelo parecía seguir su camino y yo era el que tenía que aceptarlo o ajustarme, pero a veces la vida es así.  Se dice que este matrimonio entre cabello y persona es similar para otros y esto me trae algo de consuelo.  Así que en lugar de seguir luchando en una batalla perdida, me rendí con más frecuencia.  Era eso o perder mi relación con mi pelo por completo y no quería estar sin pelo.  Incluso con todos los problemas, todavía le podía ver una cana plateada.
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A pesar de nuestras diferencias, de verdad me gusta mi cabello.  El color del mismo, su sensación, incluso más que su aspecto.  Cuando está largo puedo sentir su frecuente cepillado sensual contra mi cuello y el cuello de mí camisa.  He intentado persuadirlo de seguir algún patrón particular, como tener una raya en esta parte de aquí o, por favor, que no vaya tan hacia el cielo en otra parte. Como ya he dicho, tiene su propia mentalidad sobre estas cosas.  A falta de una aplicación de gel o gomina, sé que no importa cuántas veces el estilista me muestre cómo mi pelo, recién cortado, mira hacia diferentes ángulos desde el espejo de mano, no durará ni un momento al salir por esa puerta que da a la calle.  Un suave soplo de viento es todo lo que se necesita y mucho antes de llegar a casa o a cualquier otro destino, mi pelo estará apuntando a una multitud de direcciones simultáneamente.  Si me encuentro con alguien familiar, una de las primeras palabras después del saludo inicial podría ser por qué no he intentado cepillarme el pelo después de levantarme…
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En Winnipeg (Canadá) había un salón de peluquería en la calle Portage.  Reivindicó su fama como un lugar para ir para muchas de las celebridades, las locales y las visitantes.  Era más caro, pero tenía fama de hacer milagros.  Así que lo intenté. 
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Había una persona, alguien como un maître, quien me mostró dónde esperar hasta que mi equipo designado estuviera listo.  Las últimas revistas de moda se extendieron artísticamente en la mesa de diseño delante de mí y pronto me interrumpieron de mi lectura para ser escoltado a un lugar para cambiar mi camisa por una bata de moda larga hasta casi tocar el suelo, que protegía el resto de mi ropa de los pelos errantes.
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Otra persona me llevó a un lugar donde se realizó el trabajo preliminar, especialistas en relajar al cliente, lavar y enjuagar el cabello, y consiguiendo todo el preparado para cuando los estilistas de las estrellas volvieran su atención al próximo cliente.
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Ahora, sentado en una silla giratoria delante de un largo tramo de espejos, podía ver la actividad coreográfica de diferentes partes de la habitación.  Las risas congraciadas, las exclamaciones exageradas, los comentarios verdes, el chisme jugoso, las combinaciones a veces extrañas de colores audaces de la ropa y del pelo, todo da la bienvenida en este teatro de artes.  No podías evitar sentirte parte de todo y con toda esta expresión y creatividad, pues, tal vez algo podría hacerse con tu cabello después de todo.
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Un hombre avanzaba en mi dirección, pero por dos veces unas manos tiraron de su hombro a lo largo de su camino, distrayéndolo temporalmente.  Se hizo un comentario, el ofrecimiento de una broma.  El parecía popular, capaz y confiado y se dirigía hacia mí.
Se presentó como Doug y fácilmente preguntó qué teníamos en mente hoy.  Le dije que no tenía nada en particular escrito a fuego pero había algunas pautas generales que le agradecería que siguiera (sin tinte especial o afeitado, por ejemplo). Hablé con él de la raya obstinada que mi cabello sostiene y de cómo esto podría afectar a nuestras opciones.  Asintió comprensiblemente, obviamente habiéndose incontables veces encontrado con este tipo de cosas.  Mi tiempo con él no sería tan desafiante y esos objetivos podrían ser fácilmente logrados.
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Se puso a trabajar inmediatamente y conversamos ligeramente.  Rápidamente se hizo evidente que ambos teníamos un buen sentio del humor y en ese momento de nuestro cruce de caminos, a ambos nos pareció que estábamos  especialmente predispuestos a explorar este humor un poco más.  Peinó y cortó mientras intercambiábamos anécdotas aun más divertidas.  Hubo momentos en los que nos topamos con algo en una historia, o tal vez fue sólo la forma en que se dijo, que fue tan gracioso que tuvo que poner el peine y las tijeras hacia abajo.  Una vez que de alguna forma el control y el decoro volvió de nuevo, tratamos de continuar con la tarea de mi estilo de pelo.
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Pero es difícil de renunciar al gusto que se siente en un liberación tan completa y pronto estábamos de vuelta en él, uno que proporciona buena audiencia para el otro, provocando e inspirándose mutuamente a matices aún más hilarantes, giros de lenguaje, incluso nuevos chistes nuevos.
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La sesión duró mucho más tiempo de lo que habría sido de otra manera, pero ambos nos sentimos bien después de tanta energía gastada.  Era como un buen entrenamiento, pero ahora, los ojos ya no lloran, el estómago sin sus contracciones o las manos protectoras que lo cubren doblando la cintura, podríamos relajarnos y mirar profundamente en el espejo para inspeccionar el producto final.
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Tengo que admitir que todavía estaba con algunos efectos de toda esa risa.  Estaba de tan buen humor que me hubiera gustado casi cualquier cosa.  Le di a esa persona reflejada en el espejo una mirada superficial y quizás me sentía un poco avergonzado después de tanto reír, y estaba ansioso por pagar la factura y salir.
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Abrí la puerta a un día muy ventoso y procedía andar a casa contento.  Una vez en mi apartamento, decidí volver a ver lo que Doug el Estilista había hecho.
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El viento y el camino a casa me habían dado una perspectiva diferente y no había ninguna cantidad de agua o peinado o cepillado riguroso que pudiera haber tenido mucho efecto sobre la monstruosidad que vi sobre mi cabeza.
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Algunas personas tienen una comprensión innata de las pocas y simples leyes de la naturaleza y, algunos, tienen que aprender de la manera difícil.  No hay muchos; pero esa tarde aprendí a través de la experiencia que nunca, pero nunca, se ha de comprometer a la persona que corta el pelo en una conversación hilarante.

AFTERWORD

Esta es una historia verdadera, como el resto de las otras anécdotas lo son. Ha habido algunas lecciones en la vida que olvidé tan rápidamente como las había aprendido.  Esta, afortunadamente, es una que se quedó conmigo. Bromear demasiado con estilistas del cabello y otras figuras de autoridad importantes, definitivamente no es una ruta recomendada para tomar.
Gracias a Núria Lladós Albiol por su ayuda y consejo en esta traducción. 
(Si encuentras algún error tipográfico u otro tipo de errores, son míos, no los suyos.)
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